“El objetivo fundamental debe ser la eficiencia energética”

Javier-Garcia-Breva

La eficiencia energética es la forma más rentable de bajar las emisiones de gases de efecto invernadero y reducir nuestra alta dependencia de las importaciones de combustibles fósiles, que en el caso español representan en torno al 4% del PIB anual. Y España tiene un altísimo potencial de ahorro de energía: podemos ahorrar en torno a la mitad de la energía que consumimos, en especial en los sectores del transporte y la edificación. El cómo lo explica Javier García Breva, uno de los mayores expertos europeos en la materia.

La CE ha propuesto un objetivo de eficiencia energética de un 30% para 2030. ¿Qué debería hacerse para alcanzar este objetivo?

La Comunicación del mes de julio pasado en la que la CE plantea el objetivo del 30% establece objetivo indicativo y no obligatorio. Cada estado miembro lo aplicará como quiera; pero en esa comunicación se dice claramente qué es lo que hay que hacer: cumplir plenamente las directivas europeas de Eficiencia Energética de Edificios y de Eficiencia Energética No hay que inventarse medidas, sino aplicar y cumplir exactamente lo que dicen ambas directivas.

La directiva de Eficiencia Energética de Edificios terminó su periodo de trasposición al ordenamiento jurídico nacional en enero de 2013. Está sin trasponer el concepto más importante de esa directiva que es el de edificio de energía casi nulo. La directiva de Eficiencia Energética terminó su plazo de transposición en junio de este año y se está haciendo de manera desordenada pues hay un borrador de decreto y cuatro normas distintas que trasponen parcialmente esa directiva y todavía no se ha completado en temas relevantes como el de los contadores.

¿Es factible para España ahorrar ese 30% de energía?

España no solo puede cumplir ese objetivo sino que lo puede superar. Hay distintos informes (Universiad de Comillas, Greenpeace….) donde se analiza la posibilidad de ahorro de energía en España, en sectores como edificación y transporte, y se llega a la conclusión de que España tiene un potencial de ahorro energético de un 50% de media. Es decir, podemos ahorrar la mitad de la energía que consumimos. Eso significa que sobra potencial para conseguir los objetivos marcados por Bruselas. La explicación es que hemos seguido un modelo económico basado en el derroche energético. Solo hay que ver cómo el boom inmobiliario ha ignorado el concepto del uso racional de la energía.

En el caso del transporte, es sintomático como en el año 2014 se sigue dando el mismo dato de hace 25 años: el 80% del transporte de mercancías en España se hace por carretera. Esa es una de las claves que hace que el sector del transporte sea el mayor consumidor de energía y el mayo emisor de CO2. Todo lo que se haga en eficiencia energética tiene que estar centrado, fundamentalmente, en estos dos sectores: edificación y transporte.

¿Debería ser vinculante el objetivo?

Cuando la CE plantea los objetivos para 2030 los plantea separados, el de CO2 por un lado, el de eficiencia energética por otro y el de renovables por otro. No hay un paquete conjunto que englobe estos tres objetivos sino que son independientes. Esto es realmente lo que está pidiendo la patronal eléctrica europea y la manufacturera: que haya solo un objetivo de CO2 y los otros prácticamente desaparezcan. El sector siderúrgico ha pedido incluso que ni siquiera haya objetivos de CO2. Es decir, está habiendo una presión muy fuerte contra estos objetivos. Es inaceptable. Los tres objetivos deberían ir juntos. Coincido con la resolución del Parlamento Europeo de febrero pasado cuando decía que el objetivo más importante es el de eficiencia energética. El PE propuso un ahorro de energía del 40%, vinculante para los estados en 2030, porque el objetivo de eficiencia tiene un efecto de arrastre en los otros dos. Al aumentar la eficiencia energética aumenta la generación renovable y la generación descentralizada con renovables; y, como consecuencia, se incrementa la reducción de CO2. Por tanto, el objetivo fundamental es el de eficiencia energética.

La comunicación de la CE de julio es bastante deficiente porque no vincula el objetivo de eficiencia con el de renovables y CO2 y porque toda la comunicación está calculada sobre un objetivo del 25%, no del 30%, lo cual es un objetivo no ya conservador sino casi una provocación. Demuestra el nulo interés de la Comisión de Durao Barroso por la eficiencia energética. Solo en las últimas páginas dice que hay que elevarlo al 30% por el conflicto del gas ruso y la situación en Ucrania, considerando que la eficiencia energética garantiza la seguridad energética. Espero que la nueva Comisión ponga más coherencia en los objetivos de energía y clima.

¿Cree que tendrá alguna influencia en una u otra dirección el que Miguel Arias Cañete sea el nuevo Comisario de Clima y Energía?

La figura de Arias Cañete es de tercer nivel, quien manda en la Comisión primero es Jean–Claude Juncker y luego su vicepresidente, que es quien va a coordinar las políticas de Clima y Energía. Las decisiones de Cañete son subordinadas. Lo que debe preocupar es cuál va a ser el perfil de la nueva Comisión en políticas de clima y energía. En cuanto a política económica, en Bruselas hay ahora mismo un debate muy tenso entre los que defienden las políticas de austeridad y los que defienden políticas de crecimiento e incentivos a la demanda. De cómo se resuelva este debate dependerá también la estrategia energética que Europa se plantee a partir de ahora. Hay indicios de que todo lo que se ha hablado, sobre todo en España, de sustituir el gas ruso por gas argelino, se va a quedar en nada. Gazprom ha comprado el mayor almacenamiento de gas que hay en Europa, situado en Alemania, y va a comprar otros dos más. Por otro lado, en el marco de sanciones que Europa impuso a Rusia se ha excluido al sector del gas y Rusia ha aplazado la firma de su gran acuerdo energético con China, porque es muy caro y a Rusia, como a las empresas europeas, les interesa mantener el statu quo que hay ahora mismo respecto al gas ruso, y más en un escenario de precios bajos del petróleo.

¿El tema geopolítico es la clave?

El tema geopolítico es importante y decisivo. Me contentaría con que las directrices que ha habido hasta ahora de clima y energía en Europa se mantengan. Lo que no sabemos son las decisiones que tome la nueva Comisión. Hasta ahora, la primera prioridad era reducir las importaciones de petróleo y gas; y debe seguir siéndolo. Y eso se consigue con eficiencia energética. Como señalaba la Comisión en su comunicación de julio, conseguir el objetivo del 30% en eficiencia energética supone reducir un 13% las importaciones de gas y en un 2% las de crudo. Esto es importantísimo. La comunicación afirma que por cada 1% de ahorro energético, la UE va a reducir un 2,6% las importaciones de gas cada año.

Este dato, que la CE utiliza para justificar la necesidad de ser más eficientes energéticamente, ha pasado inadvertido para el gobierno español. Estamos hablando de ahorrar en Europa una factura de más de 400.000 millones de euros cada año y de 57.000 millones en España.

¿Y a qué cree que se debe que España no preste la atención debida a este objetivo?

Tiene que ver con que el modelo de negocio energético de las compañías energéticas españolas se ha basado en la mayor facturación al cliente. Es decir, no en ahorrar energía o sustituir fuentes contaminantes por fuentes limpias, sino en el mayor consumo. Las compañías

energéticas han venido a nuestra casa y lo único que han pretendido, con argumentos sofisticados y a veces engañosos, es garantizarse la facturación. Aquí durante muchos años, impulsado por el boom inmobiliario, el crecimiento de la demanda energética ha sido superior al crecimiento del PIB. Es decir, era un modelo económico absolutamente ineficiente que la crisis no ha permitido ver con claridad sino con complacencia. ¿Cuál es la decisión que hay que tomar ahora? Modificarlo cuanto antes para que el modelo se base en el ahorro y no en el consumo, en la demanda y no en la oferta.

El mayor obstáculo que la reforma eléctrica ha puesto al ahorro energético es incrementar la parte fija del recibo de la luz, así la señal que se manda al consumidor es: “consuma Vd todo lo que quiera que le vamos a facturar lo mismo, por mucho que Vd ahorre la facturación no va a bajar”. La parte fija del recibo se ha incrementado un 100%, con lo cual se está incentivando el consumo y desincentivando el ahorro. La imposibilidad del consumidor de acceder a su contador hace el resto.

Habría que cambiar de arriba abajo el modelo de negocio energético y revisar la reforma eléctrica. Una de las mayores ganancias de competitividad en la economía española serían mayores cuotas de eficiencia energética. El mayor beneficio que se le puede dar al consumidor es poder tener acceso a reducir su factura energética. Eso con la reforma actual es imposible.

¿Cuáles son los principales efectos positivos que tendría alcanzar dicho objetivo?

Cuando se aprueba la directiva de Eficiencia Energética en octubre de 2012, se presenta como una oportunidad para la recuperación económica y del empleo en de Europa. La eficiencia energética adquiere la consideración de innovación tecnológica. Por eso, los presupuestos europeos destinan el 20% de los fondos FEDER para el periodo 2014–2020 a eficiencia energética; sobre todo a eficiencia energética de edificios. La eficiencia energética supone la incorporación de nuevas tecnologías a toda la actividad económica, tanto a nivel de empresas como de hogares, comercio y transporte. Es decir, estamos introduciendo tecnologías innovadoras en los centros de consumo de energía.

En el caso de España, la eficiencia energética no tiene ninguna compensación. Pongo dos ejemplos: en el mes de julio, el Gobierno presentaba a Bruselas el Plan Nacional de Acción de Eficiencia Energética 2014–2020 y en la justificación del plan se dice que España ya había cumplido en el año 2012 los objetivos europeos para 2020, concluyendo que cualquier esfuerzo más en eficiencia energética perjudicaría la recuperación económica. Es una filosofía completamente contraria a las directivas europeas.

Segundo ejemplo: la estrategia a largo plazo de rehabilitación de edificios presentada por el Gobierno en Bruselas. Curiosamente, en ese documento se señala como una oportunidad el hecho de que en los próximos años, los costes de la energía se van a incrementar significativamente. Consecuentemente, la rehabilitación energética de edificios parece una oportunidad. Sin embargo, cuando vemos los menús de actuaciones que propone este documento para rehabilitar energéticamente los edificios, la mayor parte se basa en la mayor penetración del gas natural en la edificación, lo cual también se contradice con las directivas europeas. Mientras la UE está valorando la eficiencia energética como innovación, menos dependencia, más renta disponible para los hogares…. A nivel nacional la rehabilitación energética se reduce a “consumamos más gas”. Consumir más gas puede significar que dentro de dos años la energía incremente los costes de explotación de nuestros edificios hasta representar casi el 50%.

¿Cuál debería ser el objetivo fundamental de la rehabilitación energética de los edificios?

Debería ser darle al consumidor el poder de ser el generador y gestor de su propia demanda energética. Esa es la clave. Para ello son fundamentales los contadores inteligentes y el autoconsumo. Estos dos elementos son el hilo conductor de las dos directivas europeas.

En la directiva de Eficiencia Energética de Edificios, cuando se habla de edificios de consumo de energía casi nulo, se está refiriendo a un edificio con autoconsumo. La directiva de Eficiencia Energética habla de contadores con acceso directo de los consumidores, sobre los que puedan actuar para gestionar su demanda y puedan contabilizar el balance neto.

¿Falta en España una visión estratégica de la energía?

Indudablemente. La visión estratégica de la energía debe conducir a cambiar los modelos de negocio energético que hay actualmente, que nos llevan a un callejón sin salida insistiendo en el uso de unos combustibles fósiles que son importados, contaminantes y más caros. El coste de la dependencia energética es ignorado por todos los agentes económicos de este país. Solo el año pasado supuso el 5% del PIB. La paradoja es que la reforma energética considera, sin embargo, que la eficiencia energética supone menos ingresos para el sistema y no menos dependencia. Ni los sucesivos gobiernos del PP y del PSOE han planteado un cambio de modelo energético, ni se han molestado en analizar cuál debe ser el futuro modelo energético del país. Aquí, la política energética es tan cortoplacista que la visión estratégica de largo plazo está fuera de las agendas.

¿Cree que esa falta de visión se da a todos los niveles? ¿Estatal, autonómico, local?

El escenario que va a cambiar el modelo energético en nuestro país está en las ciudades. Rubí (Barcelona) es un buen ejemplo de lo que un ayuntamiento puede hacer para mejorar la eficiencia energética en múltiples ámbitos: sector industrial, comercial, urbanismo, coche

eléctrico, movilidad, hogares y equipamientos públicos…. En Rubí se puede ver lo que es un proyecto integral de eficiencia energética. Zaragoza es otra ciudad donde se está poniendo en práctica la rehabilitación energética de edificios desde hace veinte años con un concepto innovador de ciudad sostenible.

Los ayuntamientos tienen la posibilidad de restablecer la importancia de la ordenación del territorio incluyendo los usos de la energía y a través de las ordenanzas municipales establecer una fiscalidad ambiental y regular la certificación energética, ampliando su ámbito. Los ayuntamientos pueden trasladar a sus ordenanzas las directivas y la propia Ley 8/2013 de rehabilitación. El consumidor tienen un papel también clave, simplemente cambiando sus hábitos de consumo de energía se podría ahorrar un 20% de energía a coste cero.

Centrándonos en esa visión estratégica de la energía, ¿cuáles son los aspectos claves que cree deberían tenerse en cuenta?

Hay tres medidas que habría que tomar urgentemente. La primera es una ley de eficiencia energética para unificar en una sola norma las distintas medidas de transposición parcial aprobadas o en tramitación y hacer una trasposición completa de la directiva e incorporar a nuestra legislación conceptos como el de edificio de consumo casi nulo, sistemas urbanos eficientes, principios de internalización de costes y de quien contamina paga y los conceptos de innovación medioambiental, impuesto medioambiental y medición de la eficiencia energética.

Hay que crear, además, un Fondo nacional de eficiencia energética que sea un verdadero respaldo financiero a las inversiones en eficiencia energética a través de tres recursos: el ahorro del 1,5% anual de la facturación de las empresas que venden energía, como establece la directiva europea, la aplicación de los fondos estructurales de la UE y acuerdos de colaboración entre la Administración y las entidades financieras para crear productos específicos para la rehabilitación energética de edificios accesibles a todos los rangos de consumo.

El tercer elemento clave es revisar la reforma eléctrica para que incorpore un mayor apoyo a la eficiencia energética, facilitando la generación descentralizada, el autoconsumo y los contadores inteligentes, incentivos fiscales y en la estructura de las tarifas para hacer financiable la inversión en ahorro de energía.

 Entrevista original para la revista Energías Renovables.

Fuente: Tendencias de la Energía