¿Qué es la eficiencia energética?

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gas propano La alternativa energética sostenible que cada vez utilizan más establecimientos rurales

La eficiencia energética en sí pude ser difícil de definit. Se trata de un concepto muy amplio que admite varias definiciones. En física, cuando se habla d el concepto de la eficiencia se relaciona la energía útil y la invertida en un proceso. En líneas generales, se puede decir que la eficiencia energética representa la relación entre el resultado de un proceso (producción de bienes y/o servicios, transformación de la energía) y la energía utilizada para realizar ese proceso en concreto.

Por lo tanto, es conveniente fijarse en que el concepto de la eficiencia siempre va ligado a una acción: un proceso de transformación. De forma más coloquial, la mejora de la eficiencia energética a menudo se define como “hacer más con menos”

Esta eficiencia puede ser “alta” o “baja”, por lo que en realidad nuestro objetivo es mejorar la eficiencia energética de diferentes procesos. Esta mejora en ningún caso va en detrimento del resultado final del proceso, sea este un producto o un servicio, trátese de una actividad económica o de la calidad de vida de los ciudadanos. Por lo tanto, la mejora de la eficiencia no se reduce simplemente al descenso del consumo, sino a una auténtica mejora del proceso que se pretende optimizar. Asimismo, la mejora en a eficiencia energética repercute directamente en una mejora de la productividad y de la competitividad de las empresas que apuesten por ella.

La eficiencia energética puede mejorarse independientemente de la fuente energética que se utiliza, sea renovable o no. Estrictamente hablando, el uso de energía de fuentes renovables no conlleva intrínsecamente una alta eficiencia. Por lo tanto, los sistemas que utilizan estas fuentes también son susceptibles de ser mejorados en términos de eficiencia.

Los efectos de mejora de la eficiencia energética se relacionan frecuentemente sólo con la tecnología. Si bien, la capacidad de cambio no se reduce a las mejoras tecnológicas únicamente. Esta eficiencia se puede incrementar mediante mejoras de gestión u organizativas o mediante cambios de hábitos o de comportamiento individual o social (del grupo).

En el campo económico, la eficiencia energética se vincula a la producción del valor monetario, como puede ser el PIB, o el valor añadido del producto. De esta forma, la eficiencia energética se vincula a la eficiencia económica. Además de este enfoque, la eficiencia energética está estrechamente relacionada con el impacto ambiental de los procesos en cuestión. Como la mejora de la eficiencia significa una menor demanda y un mejor uso de los recursos energéticos, conlleva un menor impacto ambiental, que finalmente repercute en toda la cadena de extracción o captación, transformación, transporte y consumo de la energía.

Junto a la contención del consumismo, la eficiencia energética es la vía con las posibilidades de acción más inmediatas para reducir el impacto ambiental y, especialmente, las emisiones de los gases de efecto invernadero. En este sentido, los informes y estudios de la Agencia Internacional de Energía señalan que los costes de la reducción de emisiones mediante la eficiencia son de los más bajos y, para algunas tecnologías relacionadas con la eficiencia en consumo final, incluso pueden ser negativos.

Este hecho significa que este tipo de medidas son de por sí económicamente viables, resultando en una disminución del consumo energético y una reducción de las emisiones. El incremento de la eficiencia también influye en la reducción de emisión de gases contaminantes de ámbito local, como los óxidos de nitrógeno (NOX), los óxidos de azufre (SO2), o las partículas sólidas en suspensión. Este tipo de mejora es muy significativa ya que reduce el im- pacto negativo de estos contaminantes en la salud humana.

Asimismo, el uso masivo de los sistemas eficientes puede reducir, o como mínimo ralentizar, la necesidad de construir nuevas infraestructuras de transformación y de transporte de energía. Un estudio realizado por Capgemini, VaasaETT y Enerdata2 concluye que, en la Europa de los 15, mediante las medidas de eficiencia se podría evitar la construcción de unas 150 plantas de generación eléctrica de tamaño medio. De la misma forma, se evitaría tener que ampliar la capacidad de la infraestructura de transporte eléctrico. Teniendo en cuenta la ya habitual oposición social que se da en algunos lugares a la hora de plantear una nueva infraestructura energética, una sistemática mejora de la eficiencia puede contribuir a paliar este tipo de conflicto. Además, debido a la gran inversión exigida para las centrales de generación de energía, el coste total de producción de 1 kWh de electricidad representa alrededor del doble del coste para ahorrar (a través de la eficiencia) ese kWh3.

La actividad relacionada con la implementación de medidas de eficiencia energética también es un motor de creación de empleo. Un estudio de las Naciones Unidas revela que en los Estados Unidos de América en el año 2006 había unos 3,5 millones de puestos de trabajo directos y otros 4,5 millones de empleos indirectos relacionados con la eficiencia energética4. Así mismo, las inversiones en eficiencia suelen tener un efecto mayor en la creación de empleo respecto a otras alternativas de intervención en la cadena de generación y transformación de la energía (extracción, transformación y distribución de la energía). Varios estudios corroboran esta conclusión.

Por ejemplo, el estudio Employment Effects of Electric Energy Conservation constata que se crean entre 12 y 16 puestos de trabajo al año por cada millón de dólares invertido en el caso de la eficiencia energética, frente a 4,1 o 4,5 que se dan en el caso de una central térmica de carbón o una central nuclear. Así mismo, el Libro Verde de la CE “Hacer más con menos”, estima que las inversiones, necesarias para cumplir con el objetivo de mejorar la eficiencia en un 20% hasta el año 2020, pueden crear un millón de puestos de trabajo en Europa.

Además del enfoque a macroescala, es importante contemplar la eficiencia energética en el marco de un proceso productivo o, en general, de una actividad económica. Tanto si se trata de una actividad industrial como de servicios, la apuesta por la eficiencia significa una reducción del gasto corriente, lo que supone el descenso del coste de producción o de servicio y, de esta forma, el aumento en la competitividad de la empresa. El hecho de posicionarse a tiempo en cuanto a la optimización de los procesos productivos, para que demanden menos energía, significa una ventaja desde el primer día de implementar las medidas de ahorro, pero sobre todo suponen una mayor resiliencia de la empresa ante la volatilidad de los precios de la energía en el futuro.

Fuente: Empresa eficiente