Sistemas de transporte inteligente: beneficiosos para la eficiencia

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La resiliencia puede reportar beneficios de hasta 1.000 millones de euros a las ciudades. Es la principal conclusión de un estudio elaborado por Siemens, compañía global líder en tecnología, y la consultora Arup. En él, se ha tomado como referencia la ciudad vietnamita de Ho Chi Minh, que ya se está enfrentando a los desafíos que marcarán a las urbes del futuro: el exceso de tráfico y unas condiciones meteorológicas adversas.

En este sentido, el informe desvela que si no se adoptan las medidas oportunas, el aumento de los traslados urbanos tendrá un coste directo estimado para la ciudad de 75.000 millones de dólares en los próximos 30 años. Uno de sus principales problemas es la baja incidencia del transporte público urbano, que sólo representa el 5% del volumen total de tráfico de Ho Chi Minh. Esta situación se agravará en los próximos años y conllevará nuevos problemas: de aquí a 2045 los retrasos del servicio se incrementarán en un 620%.

Asimismo, Ho Chi Minh se enfrenta a una meteorología adversa. El 45% de la ciudad se encuentra a una altitud inferior a un metro sobre el nivel del mar, lo que hace que esté altamente expuesta a inundaciones. Según el Banco Mundial, estos fenómenos afectan casi al 26% de la ciudad, cifra que podría superar el 60% en 2050.

Infraestructuras inteligentes, el mejor punto de partida

Para resolver estos problemas, que afectarán a la gran mayoría de las ciudades a nivel mundial, la inversión en la modernización de las infraestructuras de transporte se convierte en una prioridad. Crear líneas de metro o una red sólida de autobuses puede conllevar costes elevados, por lo que invertir en sistemas de tráfico inteligentes es un buen punto de partida.

La integración de redes energéticas inteligentes y soluciones de software para automatización ferroviaria, así como de gestión del tráfico, evacuaciones y edificios, ayudan a optimizar las infraestructuras urbanas y a minimizar el impacto de los fenómenos meteorológicos extremos.

Estas medidas constituyen un factor determinante para incrementar la flexibilidad de los sistemas y hacer que resulten más fáciles de controlar y coordinar. De esta forma, se consigue fomentar una movilidad integrada y tener unas ciudades preparadas para reaccionar y seguir funcionando ante fenómenos naturales de gran magnitud.