¿Qué tienen en común ciudades tan diversas como Estocolmo, Marsella, Buenos Aires, Singapur, Río de Janeiro, Málaga, Barcelona, Santander, Madrid, Burgos o Gijón ?
Pues que todas ellas han empezado a poner en marcha innovadores programas de integración para ser una Smart City.
En pleno siglo XXI, donde las ciudades son las protagonistas, ya que en ellas se concentran un gran número de población, caminar hacia la optimización del consumo energético es una garantía para un futuro sostenible. Esto es así porque son los centros urbanos donde se realizan los mayores consumos energéticos y, por tanto, donde se generan la mayor parte de los residuos y emisiones, así como los más grandes desafíos en materia de gestión de sanidad y seguridad.
En función de la especificidad de cada ciudad, se clasifican en varias categorías aunque las más importantes son tres:
– Ciudades emergentes: Aquellas con un promedio de crecimiento poblacional superior al 3%, que registran desigualdades diversas y un difícil acceso a los servicios públicos, además de una población joven y una una natalidad elevada.
– Ciudades en transición: En ellas el crecimiento anual de población no supera el 3%, pero, aún así, se necesita un gran desarrollo de nuevas infraestructuras.
-Ciudades madura: Se trata de centros urbanos con población ya estancada e incluso envejecida, que ya posee buenas infraestructuras y que necesita adaptarlas a la tercera edad.
En todos los casos, hablar de Smart City es referirse a un conjunto global de sistemas que consume recursos para dar así una serie de servicios, en función de las necesidades específicas de su población y sus características. En ellos, con una eficiente plataforma tecnológica se pueden optimizar todos los procesos, y prestar todos esos servicios con una mayor calidad y eficiencia energética. Además, se puede facilitar un consumo más eficiente de los recursos necesarios.
Puede decirse que se trata de un completo sistema de arquitectura similar a la de cualquier sistema de información, o quizá al sistema nervioso central humano.
Cualquier smart city ofrece tanto a sus ciudadanos, como gobiernos y empresas diversas servicios de manera eficiente mediante e la integración de la tecnología de la información y comunicación (TIC) y una buena interacciónn entre ellos en todos los niveles.
Pero llegar a ser una Smart City requiere su tiempo. Se trata de un proceso en el que hay que llegar a realizar un proceso con un ritmo sostenido y eficaz que llegue a su transformación. Hay que poner en marcha políticas muy bien definidas desde el ámbito institucional.
En todo este proceso hacia una Smart City, las TIC se convierte en el eje central, pero apoyada por una gran colaboración empresarial e institucional.